El queso
manchego. Desde la Edad del Bronce (2200-1500 a. de C.), la ganadería constituyó un
pilar fundamental en la economía de la zona. Los rebaños de ovejas y cabras debieron ser
mayoritarios dentro de la cabaña ganadera, desarrollándose la explotación de
productos como la lana y la
leche. El pastor del Bronce manchego vivió en asentamientos
conocidos con el nombre de motillas. La
más famosa es la Motilla del Azuer aunque hay más en toda la geografía manchega
como la de Las Cañas
que se encuentra dentro del Parque Nacional de Las Tablas.
La elaboración del queso queda atestiguada por la presencia de queseras.
Su forma, características tecnológicas y los estudios etnoarqueológicos que se
han efectuado les han atribuido la función de vasijas para la elaboración de
queso. La explotación de la ganadería debió constituir un pilar básico entonces
y continuará siéndolo a lo largo de la historia.
No sabemos si aquella
oveja era la misma que la de hoy. Pero sí que un proceso de domesticación y
adaptación a la llanura manchega daría como consecuencia una raza singular que
conocemos como oveja manchega. Los frecuentes desplazamientos de ganados en
busca de pasto contribuyeron a la difusión y conocimiento de la ciencia quesera
hasta llegar a un tipo de ovino que por las cualidades de su leche el hombre
decidió conservar hasta la fecha de hoy sin mezclarlo con ninguna otra raza.
En el Museo
conservamos restos de una quesera en la planta del semisótano dedicada a las culturas
más antiguas.
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