viernes, 23 de marzo de 2012

¿Sabías que hubo un invento que revolucionó a la humanidad?

 
La cerámica. Sabemos la importancia de la máquina de vapor como acelerador de la Revolución Industrial. O en la era de la información la trascendencia que está teniendo “internet”. Pero si hay un invento que cambió la vida del hombre en todas las culturas del planeta ha sido la cerámica.

Su invención se produjo durante la revolución neolítica, hace más de 7000 años. En aquel entonces, el hombre comenzó a domesticar plantas y animales y se hizo más sedentario que sus antepasados con la construcción de los primeros poblados. A ello ayudó la alfarería puesto que  facilitó el almacenamiento de grano o agua, evitando tener que desplazarse continuamente para sobrevivir como había pasado hasta ahora. La alfarería se convirtió en un oficio clave para muchos pueblos a lo lago de la historia.

En Daimiel, las familias que trabajaban con barro se las conocía como barreros. Principalmente, se dedicaban a hacer “arcaduces” que luego servían para contener el agua recogida de los pozos por las norias. Quizás sea la familia Alcázar la más conocida. Hoy en día, aún existe una calle llamada Barreros en la zona más antigua de Daimiel, lo que permite comprobar la importancia de este oficio y su larga trayectoria.

Actualmente, la cerámica se ha convertido en un arte. Sustituido su uso por otros materiales “industriales”, el oficio del alfarero permanece gracias al sentido decorativo y de recuerdo que ha adquirido. En la localidad, varios artistas se dedican a tornear la arcilla y son el eslabón que une pasado y presente.

Si quieres saber y disfrutar más de la cerámica, la visita al Museo Comarcal de Daimiel es imprescindible. Desde los primeros pobladores prehistóricos hasta la actualidad, se puede hacer un recorrido por la historia a través de los objetos hechos con arcilla, gracias, sobre todo, a la colección de Vicente Carranza. Este daimieleño enamorado de la cerámica, tiene una de las colecciones privadas más importantes de España. Azulejos de Lisboa u Holanda, jarrones de Talavera o platos de Manises,  permiten conocer el valor artístico que la arcilla puede llegar a adquirir.

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